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¿Realmente Gaza será "desradicalizada", o es solo una fantasía?

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(OPINIÓN: Josh Katzen / editor de Jewish News Syndicate)

La aceptación esta semana por parte de Israel y Hamás del plan de paz de 20 puntos del presidente estadounidense Donald Trump para poner fin a la guerra en Gaza ha puesto en marcha una serie de acontecimientos que podrían significar una retirada parcial israelí de la Franja y la liberación de todos los rehenes israelíes restantes retenidos por los terroristas.

Pero mientras se celebra la conclusión de los combates actuales, es importante recordar que ninguna de las modificaciones prometidas por el nuevo plan -desmilitarización, recogida de armas, gobierno por un "comité tecnocrático apolítico palestino"- conducirá a la paz hasta que se cumpla el punto número 1 del plan de Trump: "Gaza será una zona desradicalizada y libre de terror que no suponga una amenaza para sus vecinos". Y es muy poco probable que eso ocurra.

Durante más de un siglo, a la sociedad palestina de Gaza se le ha enseñado que su propósito nacional no es construirse una patria, sino destruir la judíaIsrael. No se trata de una creencia marginal. Es el consenso cultural. La idea no se debate en Gaza; es el principio unificador de toda política, cultura y religión. Todas las aulas, mezquitas, medios de comunicación e instituciones públicas palestinas refuerzan el mismo mensaje: Israel debe desaparecer, y matar judíos es el medio para conseguirlo.

Esta ideología no comenzó con Hamás. El grupo terrorista se limitó a militarizar lo que la cultura palestina ya había estado predicando durante generaciones. Desde la Autoridad Palestina hasta las escuelas dirigidas por la ONUObras de Socorro para los Refugiados de Palestina (UNRWA), los niños han sido educados para ver la "liberación" como sinónimo de aniquilación. La propia identidad de los palestinos, la esencia de su "aspiración nacional", se construye en torno a ese objetivo genocida.

Afirmar que Gaza puede "desradicalizarse" sin una revolución cultural completa es confundir un eslogan con una estrategia.

La desradicalización no es un proyecto de construcción. No puede lograrse con consultores occidentales, financiación extranjera o un nuevo plan de estudios diseñado en Bruselas. No se pueden deshacer cinco generaciones de odio con un plan de reconstrucción de 10 años. No se puede revertir una ideología genocida generacional en unos meses de reconstrucción o unos años de "supervisión internacional."

La desradicalización a esta escala requeriría décadas -quizá 50 años o más- de reforma educativa integral, un control estricto de los medios de comunicación y las instituciones religiosas, y la aplicación de una auténtica educación para la paz. Significaría sustituir a todos los profesores, imanes, libros de texto y medios de comunicación palestinos e imponer una cuarentena moral contra la incitación. Durante varias generaciones.

Nadie -ni Estados Unidos, ni Israel ni, desde luego, la comunidad internacional- está dispuesto a esperar tanto tiempo. El mundo seguirá adelante con la reconstrucción de la Franja de Gaza en la próxima década, felicitándose por la "desradicalización" e ignorando el hecho de que en realidad no ha habido ninguna.

Por eso, Israel no puede permitirse devolver Gaza hasta que la desradicalización esté demostrada, no prometida. Cualquier otra cosa significaría repetir el mismo ciclo que condujo a los acontecimientos del 7 de octubre: retirada, radicalización y guerra.

Si alguna vez se va a reconstruir Gaza, primero hay que reeducarla. Hasta que eso ocurra, devolver el control a una sociedad palestina todavía hostil no es construir la paz. Es un suicidio nacional.

Imagen: X @tekdemiRamazan / Información: https://voz.us/es/opinion/251010/29812/the-fantasy-of-deradicalized-gaza.html